lunes, 13 de junio de 2011

Mi hipoteca, ¿mi condena?

En nuestra cultura, en la española por lo menos, tenemos la necesidad de adquirir una vivienda en propiedad. Llegado un punto de nuestras vidas todos queremos una casa. Algo que, por otra parte, no existen en otras latitudes. Hay países, tampoco tenemos que ir muy lejos, como Francia, en el que el alquiler está mucho más extendido. En cualquier caso, aquí no ocurre eso. En España tenemos que comprar una casa. Y en ese momento surge lo más temido, las hipotecas.

Nos sentamos frente al comercial de nuestro banco y, quizás con las manos temblorosas, firmamos una hipoteca a 30 o 40 años. Nos atamos por decenas de años por una ilusión, por un sueño: ser propietario de una casa en la que formar nuestro hogar.

En muchas ocasiones los intereses y la cuantía de la hipoteca superan con creces nuestros ingresos o nos ahogan hasta casi no poder respirar.

Y todo lo anterior ocurre probablemente por no haber calculado bien. Igual nos hemos dejado engatusar por el comercial, no nos hemos dado cuenta de la letra pequeña o la solvencia económica que suponíamos tener no era tal.

En cualquier caso, hay que ser consciente de que firmar una hipoteca es de las cosas más importantes y peligrosas que haremos en nuestra vida (aunque parezca una exageración no lo es).

Por eso antes de hipotecarse anosécuántosaños, primero hay que sopesar si podemos hacerlo (aunque no se crea existen otras opciones como el alquiler); después hay que comparar entre todas las ofertas existentes, mirando con lupa las condiciones de la que hayamos elegido; y finalmente firmar solo si se está muy seguro de ello.